Intervención psicopedagógica en competencia emocional adaptada a las necesidades reales de un alumno con TEA

Abstract

Los niños con TEA presentan déficits en la adquisición de la competencia emocional, llegando a tener grandes dificultades para comprender y, por tanto, para realizar atribuciones en relación a las emociones experimentadas por los demás. Estas limitaciones suelen impactar de manera negativa en el desarrollo de sus habilidades sociales, siendo especialmente preocupante la consecuencia que ello tiene en la socialización con sus iguales a lo largo de su escolarización. El objetivo de este estudio es mejorar la competencia emocional de un niño con TEA de 7 años a través de una intervención adaptada a sus necesidades reales. En concreto, se pretende incrementar su capacidad para reconocer expresiones faciales y asociar las emociones a causas externas. Para ello, se evaluó su nivel de competencia emocional a través del instrumento "Emocionatest" (Andrés-Roqueta et al., 2016), tanto para la fase pre-test como para la de posttest. Por otra parte, se analizaron también en ambas fases otros factores que podrían verse modificados tras la intervención: su estatus sociométrico y sus dificultades emocionales y comportamentales. En cuanto a la intervención realizada, se diseñó tomando como referencia las características del niño y los resultados del pre-test del Emocionatest, trabajando principalmente con emociones propias y contextualizadas en situaciones de su vida cotidiana Los resultados manifiestan una mejora en la competencia emocional del alumno tras la intervención. Por una parte, en cuanto al reconocimiento de expresiones faciales, alcanza la máxima puntuación al reconocer las seis emociones básicas, mientras que en el pre-test mostró confusión con las emociones de asco, sorpresa y miedo. Por otra parte, respecto a la identificación de las causas externas de las emociones, en el post-test el alumno identifica las emociones en la mayoría de situaciones presentadas. En concreto, el niño pasa de reconocer únicamente la emoción de tristeza a identificar, además de esta, las emociones de miedo, sorpresa y asco. Sin embargo, todavía no reconoce la emoción de felicidad en situaciones, a la que identifica como sorpresa, y la de enfado, que confunde con tristeza. Además de las mejoras mencionadas en competencia emocional, se observa un incremento del posicionamiento del estatus social del alumno en su aula de referencia. Sin embargo, no se evidencian mejoras a nivel conductual que supongan una disminución de sus dificultades emocionales y comportamentales. Como conclusión, tal y como lo constatan los resultados obtenidos, se puede afirmar que la intervención aplicada ha cumplido con éxito el objetivo propuesto. No obstante, entre otras recomendaciones, para futuras líneas se propone prolongar la duración de la intervención y observar su repercusión a largo plazo, involucrar a un mayor número de personas en la intervención y comprobar su eficacia con otros niños con TEA de distinta edad y características.