Estratégias de control de recursos en adolescentes : su vinculación con la personalidad y la interacción social

Abstract

La idea de que el cerebro humano es una herramienta social explica muchos aspectos de la conducta humana. Muchas de las adaptaciones cognitivas y psicológicas del ser humano tienen como principal función “lidiar” con las relaciones sociales, más que con las limitaciones ecológicas (caza, recolección de alimentos…) que serían una fuente secundaria del reciente cambio evolutivo. Es decir, éstas se entienden concibiendo al cerebro como una “herramienta social” (p.ej. Alexander 1971, 1989; Humphrey, 1976), tal como es el caso de la hipótesis del cerebro social (Dunbar, 1998) o la hipotésis de la inteligencia maquiavélica (Byrne & Whiten, 1988). Humphey (1976) en su ensayo The social funcion of intellect hace referencia a que los seres humanos poseen una “inteligencia desbocada” (runaway intellect) y defiende que el intelecto humano evolucionó como un medio para hacer frente a las incertidumbres de la vida social. Las relaciones sociales son complejas y variables, no son estáticas, y con frecuencia son ambiguas. Argumenta que la cohesión social es fundamental en un contexto en el que que ha de darse la transmisión y el aprendizaje de las habilidades y los conocimientos necesarios para la supervivencia. La cohesión social dentro del grupo, por tanto, va a depender de que los miembros del grupo posean una serie de habilidades cognitivas sociales. Predecir los futuros movimientos de un competidor-cooperador social y sus apropiados contraataques, que son amplificados por las redes sociales, en las que se dan múltiples relaciones, por la existencia de coaliciones cambiantes, y por el engaño, hacen del éxito social una empresa difícil (Flinn et al., 2005). Por consiguiente, para poder sobrevivir, los miembros del grupo tienen que ser especialistas en las técnicas de detección e interpretación y en el cálculo de los costes y los beneficios respectivos de las conductas escogidas.